Iaax Page

Aprendiendo a vivir como piensas

28 jun 2022, 12:55

Querido lector, en la introducción de este libro mencioné la frase de Gabriel Marcel “Quien no vive como piensa, termina pensando como vive”. Está es –a mi parecer– una frase que me tendría que tatuar en el antebrazo para leerla todos los días. ¿Pero de dónde viene esta intensidad señor Page? –te preguntarás– ¿De qué va eso de tatuarse frases por más buenas qué estás sean?. Claro, no estoy sugiriendo que lo haré, tampoco estoy sugiriendo que lo hagas tú querido lector.

Estoy –como puedes darte cuenta– dramatizando un punto. Vivir como uno piensa es una de las cosas más fáciles de hacer cuando ya lo estás haciendo. Pero es una de las cosas que le cuestan a uno más trabajo de hacer cuando –como yo en ese momento– no tienes ni puta idea por dónde empezar.

1. El secreto de aprender a vivir como se piensa –Walking the talking–.

En 1996 visité por primera vez la ciudad de Cancún. Tenía 13 años y me parecía increíble. En ese entonces Cancún era poco menos que un pequeño pueblo de quizá unos 100 mil habitantes. Recuerdo que había gente que dejaba el auto abierto con las llaves dentro de este.

En ese entonces yo vivía del otro lado del país. En un lugar llamado Acapulco. La gente dice que nací ahí. Sin embargo yo no lo recuerdo. Nunca tuve mucho cariño por el lugar, y después de la muerte de mi abuela y de mi madre, perdí cualquier razón para visitarlo. Si bien mi infancia fue medianamente feliz; no soy el tipo de persona que puede ignorar la realidad del mundo en el que vive.

La casa de mi abuela estaba en la sección alta de la ciudad, en una colonia llamada “La Cima”. Un conjunto de cerros que en los buenos días tenía vista a la bahía de Acapulco a unos 15 kilómetros de distancia. Era –al menos hasta la última vez que visité la ciudad– una colonia pobre. Teníamos servicios básicos; Agua, Luz, pero el drenaje a veces parecía ser opcional.

Mis recuerdos del lugar van desde los 6 años de edad hasta los 14. Cuando era más pequeño tenía incapacidad de entender que era pobre. El dinero no significaba nada para mí. No entendía su utilidad, ni su valor. Lo único importante para mi era estar con mi abuela. Era feliz comiendo frijoles refritos con queso, crema; y las increíbles tortillas hechas a mano de mi abuela. No necesitaba más.

La marca de mi ropa, la calidad de mis útiles escolares y ese tipo de cosas nunca significaron nada para mí. Incluso teniendo en la escuela –pública– compañeros que eran más quisquillosos –seguro a razón de comportamientos aprendidos en casa– con sus pertenencias.

La sensación que viví la primera vez que ví la playa de Cancún –en ese entonces aún más hermosa–, con sus arenas blancas y su mar turquesa; fue avasalladora. Por primera vez entendí que existía un mundo afuera que era mejor que el mundo en el que había vivido hasta entonces. Sentí una sensación de identificación-plena con ese mar, con esa arena, con esa sección del país; que aunque nueva para mí, me hacía sentir en casa por primera vez en mi vida.

Uno no puede hacer más que comparar. Y eso fue lo que hice quizá todo el tiempo a partir de ese momento. Compare lo inhóspito de los cerros con la planicie, compare lo hermoso de una playa contra la otra. Compare la sensación de seguridad. Comparé, comparé y comparé. Lo he hecho tanto que mi padre finalmente me invitó a vivir con él y su familia en esa ciudad.

En un segundo tomé la decisión. Regresaría a Acapulco a terminar la secundaría y 6 meses después estaría en Cancún. No me importó dejar atrás nada, ni a nadie. Tenía plena confianza en que era la decisión acertada para mí. Con 13 años de edad, podía saberlo. ¿Cómo? Intuición pura.

Querido lector, gracias por acompañarme a las profundidades de este viaje de autoconocimiento en el que me estoy aventurando. Esta historia ha sido larga y parece no tener sentido con el propósito de este libro. Es importante para mí por qué me recuerda lo siguiente:

  • La intuición no necesita pruebas. Después de todo el DAO que puede ser expresado en palabras, no es DAO verdadero.
  • Lo mejor que puedo enseñarte –si me lo permites– es a tomar las mejores decisiones para tí mismo, basadas en tus propios principios.
  • La única manera de aprender a vivir, es viviendo. La única manera de aprender a hacer es haciendo.
  • Cuando era un niño de 13 años, antes de saber nada de filosofía, ni de Marcel. Ya buscaba vivir como pienso.
  • Nunca he sido el tipo de persona que ve algo mejor en el mundo –situaciones, posesiones– y piensa que no lo puede tener, salvo un palacio en Munich–.

El secreto de vivir como uno piensa, es pues, empezar a vivir como uno piensa. Si piensas como millonario aunque en el momento en el que lees estás líneas, aún no lo seas, tus acciones correctas te llevarán a ese futuro donde tu situación financiera se encuentre a la par de tu forma de actuar. Esto es lo importante aquí. No basta con tener una actitud, ni mucho menos con buenas intenciones. Nada va a importar si no actúas como piensas. Para vivir como uno piensa, uno tiene que actuar como uno piensa.

Claro querido lector, esto es más fácil leerlo, escribirlo y decirlo, que hacerlo. Yo tenía 13 años de edad cuando por una bendición de la fortuna se me presentó la oportunidad de cambiar mis circunstancias y lo hice. Pero eso no significa que apreciara en ese momento lo que había sucedido. De hecho no fue sino hasta muchos años después, el día que alguien me hizo el siguiente comentario:

“¿Si sabes que la mayoría de las personas no piensan como tú verdad? La mayoría de las personas está contenta viviendo la vida como esta se les presente. Simplemente aceptan que eso es lo que les tocó vivir. Si tienen dinero, tienen dinero. Si no tienen dinero, no tienen dinero. Aceptan lo que la vida les da y no buscan nada más.”

Faltarían algunos años para que alguien me dijese eso por primera vez en mi vida. Y aunque suene estupido. No pasaba por mi mente. No pasaba por mi mente el considerar que había gente que simplemente estaba conforme con estar lo suficiente cómoda. No pasaba por mi mente que hay gente que está conforme con no estar demasiado incómoda. Quizás, de alguna manera, seguía aún atado a ese mundo de fantasía al que me escapaba cuando niño. Cuando el mundo real se me hacía demasiado aburrido.

Conseguí lo que quería por primera vez en mi vida. Escapar de una ciudad que nunca me gustó a un lugar donde había oportunidades para todos. Mi abuela me crió con muchos dichos. Esa fue su forma de impartir su sabiduría, a este respecto tenía dos de ellos

  • ¡A Dios rogando y con el mazo dando!
  • ¡Dios mío, no te pido que me des. Te pido que me pongas donde hay!

Ya había logrado que Dios, en su infinita sabiduría, me pusiera donde había oportunidades. Pero aún tendría que aprender a hacer algo de ellas. La prueba más significativa sería aprender a hacer algo de mi mismo.

Gracias por acompañarme una vez más querido lector; como siempre te deseo que lo divino te llene de bendiciones a ti y a quienes amas, nos vemos la próxima.