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Aretés: Lecciones Inesperadas de Virtud

16 ene 2024, 00:38

La palabra griega areté se traduce al español como virtud, derivada del latín virtus. La virtud es aquello que es preferible por sí mismo. Desde mi punto de vista querido lector, algunos aretes son pequeños regalos que no se buscan conscientemente, sino que se cultivan a veces de manera accidental con el esfuerzo que pones en desarrollar tus hábitos. Lo que en México expresamos coloquialmente como ya me cayo el veinte.

Querido lector, es mi experiencia personal que cuando abres los ojos a la consciencia, aunque solo sea por un momento, este es un momento que te cambia. Es un ejercicio de modelado, mientras más lo haces más cambias, mientras más lo haces más tienes la capacidad de darte cuenta de cosas que estás haciendo, y que antes simplemente no podías ver.

Esta es la historía de un areté que cultivé de esa manera, en una forma accidental mientras ejercitaba uno de mis hábitos. Aunque esta puede parecer una lección evidente, algo que siempre he sabido y sin embargo, nunca me ha quedado tan claro como en ese momento en el que lo vi por primera vez desde esta esquina. Este día me di cuenta de que estoy utilizando las cosas que me interesan como una distracción, y no pienso seguir haciendo eso.

Me di cuenta de que estoy utilizando las cosas que me interesan como una distracción.

Querido lector, durante mi meditación del día experimente mucho ruido en la cabeza, pensamientos que van nublando la capacidad de seguir ejercitando. Aunque me encontraba completamente relajado, con los ojos cerrados, intentando expandir mi conciencia de la misma manera en que uno abre el corazón a la gente que uno ama.

Para mi, meditar es como una comunión divina que me otorga claridad. Es como un baño que limpia el ruido que nubla la visión; ese ruido que es como una tormenta de ideas pendejas que se dejan venir de repente una detrás de la otra. Formar este hábito es sumamente difícil, porque es simplemente diferente de la naturaleza de el ser humano, o quizá no diferente de la naturaleza, sino del condicionamiento el que hemos aceptado como realidad.

Cuando por fin llegue al momento de Quietud Mental, me sentí muy bien. El problema es que no duro lo que generalmente dura. Sentí un momento de molestia cuando se interrumpió la conexión. De alguna forma, esa experiencia me hizo darme cuenta de que estaba usando las cosas que me interesan como distracción. Debido a que el ruido en mi mente estaba lleno de imágenes relacionadas con esos temas.

Uno solamente cree que sabe

Solo crees que sabes, de hecho. Y la mayoría de tus acciones se basan en un conocimiento incompleto y realmente no sabes de qué se trata todo, o cuál es el propósito del mundo, o sabes muchas cosas. Es posible vivir y no saber.

– Richard Feynman

Han pasado más de seis meses desde ese meditación. El día de hoy me doy cuenta que ese día aprendí más de una lección. Aprendí también que me había estado comportando de la forma en la que habitualmente me comportaba. Tratando de controlar algo que no puede ser controlado. Estaba ejercitando las palabras de Feynman. Solo creía que sabia.

No puedo forzar el aprendizaje que recibo durante mis meditaciones. Por lo menos no con el conocimiento o la experiencia que ahora tengo. Tengo que dejar que las cosas simplemente fluyan. El placer que experimente al meditar empezó a ser la razón por la que medito. La gratificación instantánea supero el valor que la meditación en si misma me da.

Me doy cuenta de que mi desarrollo espiritual no puede estar sujeto a un tema físico. Que la meditación es un ejercicio que se hace por los beneficios que aporta a largo plazo, y no por obtener gratificación instantánea de la Claridad Mental.

Ahí lo tienes querido lector, 2 aretés de una sola meditación. Nos vemos la próxima.