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El Efecto de las Pequeñas Contribuciones

24 jun 2022, 22:59

Querido lector en el tema de ayer te hablé sobre uno de mis libros favoritos. Casi cometiendo el error de hacerte una reseña. Saber medir cuánto hablo en los temas que me apasionan, es un tanto difícil para mí –quizás para cualquiera–.

El día de hoy quiero hablarte de 3 eventos diminutos que cambiaron mi vida en una forma significativa. Sin embargo, el cambio no fue evidente para mí hasta mucho tiempo después. Estos son los tres eventos que puedo recordar en este momento. Debe haber en mi vida muchos más. Los cambios en el ser humano parecen suscitarse en una forma súbita e intempestiva. Pero en realidad, casi siempre son el resultado de un proceso largo. Así como ninguna planta puede nacer sin antes sembrar una semilla. Ningún cambio humano puede suceder si antes no hemos sido expuestos a los catalizadores que los generan. El Dr. Covey nos dice que el Cambio es una puerta que solo puede abrirse desde adentro. Y muchas veces la abrimos debido a que alguien o algo, allá afuera, nos está llamando.

El jalón de patillas más grande de mi vida

Querido lector, está historia ya te la he contado con anterioridad. Cuando era un pequeño niño en la primera parte de mi educación primaria –los primeros 3 años–, era sumamente distraído y anti-social. Vivía principalmente en un mundo en mi cabeza donde el poder de la imaginación lo era todo. Como un pequeño Peter Pan, escuálido y mal coordinado. Esto no es un problema si tienes la capacidad de poner atención mientras estás en clase. Sin embargo yo no tenía dicha capacidad. Trato de recordar, pero no puedo saber si en realidad hacía mucha diferencia el ambiente en el que me encontraba, o si en cualquier momento podía yo perderme en mis propios pensamientos como si este mundo fuese sumamente aburrido. Pero opto por pensar que era lo último.

Mis calificaciones eran abismales. Yo era el niño al que arrastraba los pies a la hora de hacer tareas, ejercicios y cualquier cosa que tuviese que ver con la academia. Sin embargo, así pase a tercero de primaria, arrastrando los pies como si fuese castigo. Mi maestra de 3er grado era una monja. La recuerdo como una persona agradable de cabello corto, quizá un tanto rojizo y de complexión más bien robusta. No puedo dimensionar su estatura pues para mí todos los adultos eran gigantes entonces. Y esto también sirve para decirte querido lector, que no se necesitaba demasiada corpulencia para manejar mi peso, el cual entonces era insignificante.

Recuerdo un poco la frustración en la cara de la madre Pili cuando yo hacía lo que generalmente hacía. Ignorar a todo el mundo cuando explicaban nada, y escapar al mundo de mis pensamientos donde la imaginación era lo único central.

Un buen día, la madre Pili se hartó de mis comportamientos antisociales y en un arranque de enojo, me propino un jalón de patillas que se metió hasta el fondo de mi conciencia. Ese jalón de patillas fue como si alguien golpease la puerta de mi casa en forma violenta. Como cobradores de Elektra cuando no pagas los abonos chiquitos.

¡Me quedé en shock!. Creo que esa vez fue la primera vez que ví a otro adulto que no fuese mi madre o mi abuela directamente a los ojos. Ese fue quizá el momento en el que aprendí a poner atención al mundo exterior.

A partir de ahí todo cambió. De ser uno de los sotaneros del grupo pasé a ser uno de los que no arrastraban más los pies. Empecé a explicar a mis compañeros de clase como hacer las cosas. La madre Pili me despertó de un letargo con un jalón de patillas. Y siempre le voy a estar agradecido por ello.

SIDEBAR: No estoy justificando la violencia como herramienta para educar a los niños. La forma adecuada de hacer lo que la madre Pili hizo por mí, la puede encontrar algún psicólogo infantil. Busca uno que sea clínico o conductual.

El mejor empujón en la espalda

Querido lector, ser inquisitivo, audaz y asertivo son cualidades mías que a veces parecen ser defectos ante los ojos de otras personas.

Después de que la madre Pilar me despertara al mundo. Esa persona que era yo en mi pinche mundo interior se dejó ir como hilo de media en el mundo real. Mi confianza en mí mismo estaba en las pinches nubes para cualquier cosa que fuese académica. Me sentía hecho a mano.

Años después de que había dejado la escuela de monjas, participe en una competencia académica municipal. No ganamos el pasé al siguiente nivel, pero quedamos en un muy buen lugar para ser “una escuela pública”. Estoy tentado a decir que quedamos incluso en un mejor lugar que mi antigua escuela, pero sería aventurado.

Así pasaron los años y llegué a la preparatoria. Un buen día en 1er semestre fue a la oficina de mi padre por alguna razón. Y acompañe a una de las chicas que trabajaban con él, de una dirección a otra. ¿Cuál era el nombre de esta mujer? –quiero decir Virgina o Victoria–, y ¿De qué hablamos durante todo el camino? Son cosas que en retrospectiva no puedo responder. Lo único que recuerdo es que nos agradamos mutuamente.

Antes de despedirse me hizo una pregunta. <<¿Por qué caminas así?>>

  • ¿Como es así? – le respondí
  • Cabizbajo, encorvado – increpo ella
  • No se a que te refieres – le conteste

Ella con toda la confianza del mundo se para al lado mio, y con su mano empujó mi espalda hacia adelante. De pronto lo noté. Ella me hizo sentir 30 centímetros más alto cuando corrigió mi postura. A partir de ese momento jamás caminé encorvado otra vez. Ese pequeño cambio que ella me ayudó a hacer, de un momento a otro, empezó a comunicarle al mundo con mi lenguaje corporal algo que yo había tratado de vender con mis palabras durante años. Un solo movimiento fue más eficiente que cualquiera de mis argumentos.

Como el ejercicio de peso terminó de corregir mi postura

Pasaron muchos años más para terminar de corregir por completo mi postura. Ya caminaba erguido, pero mis hombros estaban siempre contraídos.

Cuando empecé a hacer Press de Banca, mis músculos empezaron a hablarme. Hacer ejercicio de fuerza, me permitió conocer una parte de mi a la cual había ignorado por mucho tiempo. Mis hombros, mis piernas y toda mi postura empezaron a sentirse mucho más naturales que nunca. Me sentía completamente yo.

Desafortunadamente esto no pasó hasta mis 37 años de edad. Durante toda mi vida había abrazado la idea de que la gente fuerte era estúpida. Y el único estúpido fui yo. Darle fuerza a los músculos de mi cuerpo permite que estos hagan su labor de la forma adecuada. Mente efectiva. Cuerpo efectivo. Cuidar de mi cuerpo es algo en lo que aún tengo que seguir trabajando.

Estos son los 3 eventos minúsculos que más valor le han aportado a mi vida. Me gustaría invitarte a que pienses en uno tuyo. Y si puedes, agradece a la(s) persona(s) que te ayudaron a lograrlo. Reconocer a los demás y agradecer siempre nos acerca como seres humanos.

Gracias por acompañarme una vez más querido lector; como siempre te deseo que lo divino te llene de bendiciones a ti y a quienes amas, nos vemos la próxima.