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Explorando la Conciencia

12 ene 2024, 05:47

Querido lector, el día de hoy quiero compartirte una de mis historias. No es noticia para ti que meditar es una de esas cosas que aprecio. Y aunque no lo hago tanto como debería, cada vez que invierto el tiempo para hacerlo, lo encuentro edificante. Es como una comunión con Dios.

Un Domingo Transformador en el Bosque

Es medio día y el clima es especialmente agradable. Hoy, en este segmento de bosque medio de la ciudad que tanto me gusta; miles de personas han venido a convivir con sus familias en un ambiente abierto, a hacer ejercicio, a contemplar la naturaleza, y otros a la carnita asada –por qué es domingo y esta con madre pasar tiempo con gente que aprecias en medio del bosque–.

Mi misión del día es caminar entre los arboles y la naturaleza, dejar de pensar, y dejar despertar a mi conciencia. Shinrin-yoku –tomar un baño de bosque– como lo llaman los japoneses.

Al llegar, camine con familiaridad hacia el lugar que estaba buscando: el Jardín Japones. Ya dentro de esta sección del parque y mientras caminaba sobre las sendas de tierra cubiertas de roca, el aroma del bosque me alcanzo, me dejo saber con sutileza que ya anticipa la llegada de la primavera.

Tuve la necesidad de detenerme a disfrutar ese momento en el que me doy cuenta de que mi entorno ha cambiado. Que aun estando en medio de la ciudad, también estoy rodeado de naturaleza. Que esta es la forma en la que la naturaleza te saluda. Invita a tus sentidos a despertar esa parte de ti que está dormida la mayor parte del tiempo en tus ambientes controlados. En cierta forma es como despertar de un sueño. Es como llegar a casa.

Seguí caminando esquivando extraños hasta llegar a una de las partes altas del jardín a donde decidí detenerme para empezar mi meditación guiada con Sam Harris.

Meditar en un lugar como este, se siente un poco como hacer trampa. El simple ambiente del bosque parece despertar mi conciencia a un nivel del que generalmente no gozo.

Al terminar mi meditación, empece a seguir una ruta que me llevo aun más dentro del bosque, los sonidos de las hojas quebrándose debajo de mis pies, la sensación de la madera de pequeñas ranas siendo presionada por mi peso contra la tierra. La brisa ligera que me trae la fragancia de las flores, y los arboles a mi alrededor, llenan mi experiencia con cada paso. Mientras escribo estás palabras, cierro los ojos; y al recordar casi podría estar ahí.

Estoy satisfecho con lo que he logrado en el día. Después de todo hay domingos en los que he hecho menos. Es en este momento que un amigo muy querido me presenta un caso personal en el que necesita apoyo. Dedico todo mi atención a tratar de darle la mejor versión de mi, esperando que de nuestra interacción el pueda obtener las herramientas para ayudarse a si mismo.

Hasta antes de esta llamada, he pasado meses compartiendo lecciones con mi amigo, lecciones que yo mismo consideraba haber aprendido completamente, que consideraba dominar en forma total. Qué vanidad tan frágil la mía que creo que los regalos que el universo decide compartir conmigo son míos para controlar.

He invertido muchas horas tratando de expresarle a mi amigo que el ser humano es más que sus emociones, es más que sus pensamientos, que el ser humano es mucho más. Le he dicho que el ser humano es todas y cada una de las experiencias sensoriales reales e imaginadas por ellos. Que el ser humano es su conciencia y la capacidad que este tiene para experimentarla.

Le he dicho que no existen diferentes conciencias. Que la conciencia es una y lo que es diferente es el grado con el cual la experimentamos. Le he expresado que el talento para experimentar la conciencia está ahí, que la capacidad está ahí. Que solo necesitamos decidir abrir los ojos de nuestro corazón para darnos cuenta de lo que yace frente a nosotros.

La conciencia es la tabla de esmeralda que nos permite transmutar nuestro ser –mediante la alquimia de la meditación– de esa materia opaca, febril y cambiante en materia de diamante; luminosa, eterna y pura. –parafraseando a Xavier Villarutia.

No tengo idea de donde viene este conocimiento, y de donde proviene esta certeza de algo que hasta hace un año era desconocido para mi. La fuente de esta energía me es ajena por que mis ojos no están lo suficientemente listos para ver.

Debo de admitir que he fallado miserablemente en tratar de reconfortar a mi amigo. Esto me ha hecho sentir un poco triste, y me obliga a evaluar la integridad de mis palabras. Seguí adentrandome en el bosque hasta llegar a una banca protegida por la sombra de un árbol. Me senté a hacer una segunda meditación, esta vez solo usando mi respiración para enfocarme. Estaba sintiendome un poco perdido, y sin embargo, debe haber sido tal mi intención de ayudar a mi amigo, que Dios en su infinita sabiduría, escucho mi plegaría.

Por un momento, quizá el momento más breve de la historia, sentí que abrí los ojos por completo a la conciencia. Y lo que vi, fue completamente indescriptible para mí.

Por un instante escuche la voz de Dios decirme:

  • ¿Ahhh sí mi cabrón?
  • ¿Con que crees que ya sabes que es la conciencia?
  • Pues no fíjate.
  • ¡Noooooooo, mi ciela!
  • No tienes puta idea de lo que es la conciencia.
  • La conciencia no es eso que tu dices, pero es una excelente forma de hacer una mala analogía.
  • Solo por que te has subido a un tabique ya te empiezan a dar mareos. Para quitarte esos mareos aquí te dejo este regalo que estás pidiendo con tanta vehemencia.

La libertad no es real; todo esta predestinado, y sin embargo a cada momento puedes decidir quién quieres ser.

¡La rendición total de mi voluntad!

En este momento, mis emociones están estallando en mi interior. Si bien mi semblante no lo comunica, no me queda duda de que estoy experimentando iluminación en una forma semi-consciente. Un momento Eureka en mi camino espiritual, o quizá yo exagero la importancia de lo que estoy sintiendo. No me compete a mi juzgar que es lo que está sucediendo en este momento, eso vendrá después.

Sin embargo puedo sentir una libertad absoluta de los grilletes de mi ego. Esta sensación profunda de humildad es seguramente lo que Joseph Campbell describe cuando dice que el fin último del héroe es rendir su voluntad.

Siento como si una verdad fantástica hubiese sido revelada ante mis ojos, mis ojos difícilmente pueden comprender la magnitud de la magnificencia que contemplan.

Mientras tanto me aborda también la duda. Esta profunda sensación de gratitud y humildad empiezan también a dar paso a un miedo básico.

¿Soy suficientemente bueno para esto?

No tengo certeza de que puedo obtener el máximo de esta experiencia. Y el temor se alimenta de esta sensación de incertidumbre y quiere asirse del control de mi persona.

Más esto no ha de suceder, por que entiendo que si esto me esta pasando a mi, no tengo la necesidad de explotarlo al máximo. Tengo la obligación sin embargo de sacar lo mejor que pueda de ello. Lo mejor que puedo con lo que tengo en donde estoy.

Mi miedo sucumbe rápidamente, por que sé que yo no soy mis emociones, yo no soy mi miedo. Y de la misma forma en la que surgió se desvanece y se va a un rincón oscuro, esperando por las migajas de incertidumbre de las cuales se alimenta. Siempre ahí, siempre conmigo, amenazante y tácito. Es otra historia de dos lobos en la que siempre gana aquel al que alimentas más.

Antes había escuchado ya de Sam Harris antes que el libre albedrío es más una ilusión que una realidad. Que el universo es determinístico y todo parece estar pre-ordenado.

Seguir adelante

Hasta este momento sigo sin poder poner en palabras lo que experimente ese día en el Bosque de los Colomos. Debe ser lo que los taoístas llaman TAO verdadero.

¿Pero sabes cuál es la forma que he encontrado para moverme hacia adelante cuando no tengo todas las respuestas? Actuar con fe. Fe en que las cosas saldrán bien. Fe en el plan que Dios tiene para mi.

Como siempre querido lector, espero que estás palabras te hallan servido.

Nos vemos la próxima.